Cierta historia cuenta que un hombre rico y de mal carácter insultó y maltrató cruelmente a una viuda. El hijo de ésta, de ocho años de edad, presenció la detestable escena y jamás pudo olvidarla.
Años más tarde el niño llegó a ser un artista famoso y pintó en vivos colores el episodio que retenía en su mente. El cuadro concluido, que era una hermosa pieza de arte, fue colocado en una galería de arte muy visitada por el público.
Un día acertó a pasar por allí el mismo autor del hecho, y ¡cuál no fue su asombro al verse a sí mismo pintado en aquella repugnante actitud! El cuadro era fidelísimo en todos sus detalles y, a pesar de haber pasado algunos años, su persona podía ser bien reconocida en la principal figura del mismo. Al contemplarla se puso muy pálido y empezó a temblar, ofreciendo cualquier cantidad de dinero para adquirir la pintura y destruirla.
Existe un pintor invisible que traza en colores indelebles los actos de cada vida humana con rasgos fidelísimos, y no habrá manera de hacer desaparecer los trazos estampados por la Divina mano en el cuadro de la eternidad.
Todos nuestros actos están siendo pintados en un cuadro que será expuesto en la eternidad y es decisión de cada uno de nosotros cómo quedará esa obra de arte.
¿Qué se verá el día en el que el lienzo de tu vida sea expuesto? ¿Será una pintura digna de la más hermosa e impresionante galería o desearás destruirla?
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. 2 Timoteo 2:15 (RVR1960)
Que el día que el cuadro de tu vida sea descubierto puedas mantener la cabeza en alto, sabiendo que diste todo de ti para llegar a ser un obrero aprobado.
Esfuérzate para que tu andar sobre la tierra sea digno de una obra de arte maestra en la que se pueda observar en cada uno de tus actos que es Dios quien dirige tu vida y que aún en los momentos más duros y oscuros se puedan ver reflejados el amor y la confianza que tienes en Él.
Publicar un comentario